
Una novela del Siglo de las Luces
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En el marco del Palacio de la Mosquera, la que fuera mansión de Luis de Borbón y Farnesio, personaje de la novela, presentaré Sinfonía Azul Prusia
En el lugar donde vivió Luis de Borbón
Y su esposa María Luisa de Vallabriga
Y donde Boccherini escribió alguna de sus obras más famosas.
Y Francisco de Goya hizo los más bellos retratos bajo los cielos de la Sierra de Gredos
El viernes 17 de marzo
Fandango de Luigi Boccherini -
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El miércoles día 30, presenté en Zaragoza Sinfonía Azul Prusia (Crónicas del conde de Peralada). Me acompañó en la mesa mi amiga y gran escritora Pilar Aguarón.
Fue una tarde genial en la que me arroparon amigas y amigos dispuestos a pasar un rato agradable… y lo conseguimos.
Novela sobre las aventuras del IX conde de Peralada. Fandango de Luigi Boccherini -
El pasado 28 de octubre hicimos la presentación de la novela en el Antiguo Salón de Plenos de la Diputación de Zaragoza, un marco espléndido.
Fue un acto entrañable con la presencia de la diputada de cultura, Ros Cihuelo por la institución y de Aurelio Esteban por la editorial Comuniter y, por supuesto, el autor.
Contamos con la actuación de la formidable mezzosoprano Beatriz Gimeno, acompañada al piano por el maestro Miguel Ángel Tapia.
También contamos por la presencia de, Verónica Galarzo, autora de las fotos-retrato incluidas en el libro.
Estoy muy agradecido a los artistas, presentadores y al entusiasta público asistente. Muchas amigas y amigos que merecen mi estimación.
Y sobre todo la presencia de mi hija de mi nieto Asher, que acudió a su primer acto literario.
GRACIAS A TODOS
Os incluyo alguna de las fotos que acompañan a la novela
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En la novela Sinfonía Azul Prusia, su protagonista Ferran Basili de Rocabertí y Boixadors IX conde de Peralada tiene una importante participación.
No como combatiente, si como diplomático. Se interesará para que España ayude a los rebeldes de las Trece Colonias, primero con material y armamento, luego solicitando la intervención activa de la flota y los ejércitos reales y posteriormente en la firma del Tratado de Paz de París, que daría paso al nacimiento de los Estados Unidos y la recuperación y obtención de nuevos territorios para la Corona.
Peralada conoce a Benjamín Franklin en uno de lossalonnière de madame Marie-Thérèse Rodet Geoffrin en París.
Se cuenta así en la novela:
Mientras conversábamos, madame se acercó con otro de los invitados. Al contrario que Voltaire el caballero era armoniosamente excesivo en carnes. Nos lo presentó como miembro de la Royal Society, secretario de la Sociedad Filosófica Americana, inventor y periodista.
—Benjamín Franklin, un bostoniano de las colonias británicas —dijo, madame Geoffrin, sabiendo que su amistad era el mejor pasaporte.
—Tenía ganas de conocerle míster Franklin, he oído hablar mucho de su experimento de la cometa hace cuatro años aquí en París y de su prodigioso invento posterior —dijo Voltaire.
—Encantado de saludarle caballero —añadí yo, mirando interrogante al grupo.
Dándose cuenta de mi involuntaria ignorancia, nuestra anfitriona le pidió al inventor que me contara su ensayo. Él se acarició la oronda barriga y se desabrochó dos botones más de su chupa gris para tomar resuello. Su papada se balanceó graciosamente al iniciar su explicación.
—Trataba de demostrar que los rayos son fenómenos eléctricos y para conseguirlo até una cometa con armadura de metal a un hilo de seda, en cuyo extremo colgué una llave también metálica. La hicimos volar al cielo de Francia un día de tormenta y la llave se cargó de corriente. Así pude demostrar que las nubes están cargadas de electricidad y los rayos son, a su vez, descargas eléctricas. Ya en Boston inventé un artilugio que capta los rayos y evita que causen desgracias, le he llamado pararrayos…
La amistad con Franklin se prolongará en el tiempo.
Los primeros escarceos de la revuelta se dan en Boston en 1773, pero el primer encuentro armado importante tiene lugar en junio de 1775 ambos ejércitos se enfrentaron en Bunker Hill, cerca de Boston.
Los colonos americanos envían a Franklin a Europa con la intención de conseguir ayuda frente a los británicos.
Peralada y el conde de Aranda, por aquel entonces embajador en París, convencen al rey para el envío de armamento y enseres para los rebeldes.
Se cuenta en la novela:
Mi contertulio de aquellas reuniones parisinas, el inventor y político Benjamín Franklin, natural precisamente de Boston, había llegado a Versalles para solicitar ayuda para los norteamericanos que luchaban con poca suerte frente a la delgada línea roja de las tropas coloniales británicas. Franklin había visitado a Aranda, pero quería que yo fuese su interlocutor en tan delicado asunto. Me satisfizo poder viajar a París acompañado de mi esposa. Durante nuestra estancia no se consideró prudente que residiéramos en la cancillería, los encuentros con Franklin serían lo suficiente delicados para que la embajada inglesa no husmeara y se pudiese crear un conflicto político.//
… Aquella mañana, recibimos respuesta de la Corte a las recomendaciones de Aranda y mías de apoyar a los rebeldes norteamericanos. El conde de Floridablanca nos apuntaba:
El destino de los intereses de las colonias nos importa mucho, y vamos a hacer por ellos todo lo que las circunstancias lo permitan.
Así que el reino de España decidió ayudar a los rebeldes. Dineros, armas, municiones, mantas y uniformes para las libertades y, por qué no decirlo, para fastidiar a Gran Bretaña, aunque el duque de Alba y a sus parientes ingleses no les haría gracia.,, //
… A finales de año tuve la mayor de las alegrías al ser informado de que los colonos americanos, habían tenido su primera gran victoria en Saratoga y que iban uniformados y portando los pertrechos que España les había proporcionado. Cañones y municiones españolas batieron al ejército inglés del general Burgoyne que tuvo que rendirse, mientras las tropas de los peninsulares liberaban Filadelfia.
Rendición del General Burgoyne tras la batalla de Saratoga, por John Trumbul.
Se ha hablado mucho de la ayuda francesa a las Colonias rebeldes, pero la española no le fue a la zaga; incluso su contribución fue superior en hombres, casi el doble, a la de los galos
La Marcha de Galvez. Cuadro de Augusto Ferrer Dalmau.
Toma de Pensacola. Mayo de 1781. Por Ferrer Dalmau
Asalto de Fort George por los Granaderos del Regimiento de Luisiana y el Batallón de de La Habana, durante la toma de Pensacola. Por Charles McBarron Jr.
A partir de 1780 los independentistas avanzan en todos los frentes y en 1781 derrotan definitivamente a los británicos en la Batalla de Yorktown
La rendición de los británico no se hace esperar.
A partir de entonces se inician las negociaciones que conducen al Tratado de París de 1783, por el que se reconoce la independencia de las Trece Colonias.
Antes, Peralada negocia en nombre de España con Inglaterra.
Así se relata:
El recién nombrado Jefe de Gobierno, William Pitt, hijo, me recibió tan solo un par de días después de mi arribo. El joven primer ministro tenía solo veinticuatro años y era consciente de que una nueva etapa empezaba para Gran Bretaña. Pronto nos pusimos de acuerdo, tanto él como yo éramos partidarios de una paz rápida, teniendo en cuenta de que las Trece Colonias, estaban ya perdidas para su país. No tuvo inconveniente en devolver a España las dos Floridas y las costas de Nicaragua y Honduras, intercambiar otros territorios ocupados por ambas partes y ceder Menorca definitivamente, pero querían conservar Gibraltar por la que tanto habían padecido aquellos meses los defensores británicos. Redactamos en apenas una semana un borrador que yo llevaría a España. Se disculpó diciéndome que el rey Jorge III no podría saludarme, su estado de salud estaba empeorando. La extraña locura del rey Jorge, tenía preocupados a Pitt y a todo el país.
Así queda el nuevo reparto territorial.
Los representantes de Gran Bretaña se niegan a posar para el retrato final de la firma del Tratado y el cuadro de West queda para siempre inacabado.
Así quedaría el nuevo reparto territorial en Norteamérica.
Y así se explica en la novela:
Las reuniones previas con la delegación americana fueron del todo afortunadas. Los representantes John Adams, John Jay y Benjamín Franklin, me aseguraron que nunca olvidarían la ayuda de España a su independencia. No dudé de las palabras de los compromisarios de las Trece Colonias, pero pensé en lo que repetía el conde de Aranda aquellos días:
Esta república federal que nace pigmea, llegará un día en que crezca y se torne gigante, y un coloso temible en aquellas regiones. Entonces olvidará los beneficios que ha recibido y solo pensará en su engrandecimiento…
El día tres de septiembre en Versalles se firmaba el Tratado en el que se reconocía la independencia americana y, por separado, la paz entre Gran Bretaña y los reinos de Francia y España. Días más tarde se extendía la conciliación al ponerse fin a la guerra entre británicos y los Estados Generales de la República Holandesa. Cenando luego en la cancillería española en París, le expuse mis temores a Aranda.
—Al fin llega la tan deseada paz, Aranda. ¿Cuánto durará? ¿Cuánto tiempo pasará para que nuestros colonos imiten a los norteamericanos?
—Menos de lo que imaginamos, Ferran. La única solución sería desprendernos de todas las posesiones del continente, exceptuando las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional y algunas que más convengan en la meridional, para que sirvan de escala o depósito para el comercio. España debe colocar a tres infantes en América, uno de rey de Nueva España, el otro de Perú y el tercero para el resto de territorios y su majestad Carlos quedar de emperador nominal de los tres reinos.
—La oportunidad para el infante Gabriel —dije, pensando en voz alta.
—La oportunidad para que España siga siendo poderosa. Y despedirnos de nuestra vieja enemiga, Inglaterra…
Tratado e Paz de París del 3 de septiembre1783
Washington cruzando el Delaware. Por Emanuel Leutze.
Novela sobre las aventuras del IX conde de Peralada. Fandango de Luigi Boccherini -
Un amable lector, Manuel Gil, apunta que en la entrada sobre don Luis no mencionemos el palacio de Velada.
Efectivamente tiene toda la razón, para no hacer extenso el artículo, no detallamos uno de los lugares más importantes del peregrinaje castellano del matrimonio de los condes de Chinchón, después de sus nupcias.
Precisamente, en el palacio de Velada -Toledo- se inició el viaje de novios de la pareja.
Como contábamos la boda tuvo lugar en 1776 en el palacio que en Olías del Rey para trasladarse luego a Velada.
Palacio de los marqueses de Velada en Velada -Toledo-
ASÍ LO CUENTO EN LA NOVELA
La de Vallabriga recibió a mi esposa como a la madre que le faltaba en su forzado exilio y don Luis a mí como el compañero comprensivo que también ha sufrido el rechazo de los farsantes. Una nueva María Teresa completaba la familia de los de Chinchón, la pequeña apenas tenía seis meses y era el juguete de su hermano Luis, a punto de cumplir los cuatro años. Ya veis que en Arenas de San Pedro no se complicaban la vida a la hora de escoger nombre para los retoños. María Teresa Josefa, la nueva componente de la familia Borbón-Vallabriga, había nacido en Velada el día veintiséis del anterior noviembre hacia las once de la noche, la bautizaron al día siguiente en la parroquia de San Bernardino de esa población. Que naciera en el palacete del conde de Altamira en Velada y no en el de las Damas, en Arenas, que era donde habitaban por aquel entonces los flamantes condes de Chinchón, tenía un poderoso motivo. El segundo hijo de la pareja se había malogrado al nacer y la condesa de Chinchón, con cierta superstición, había preferido dar a luz en Velada muy cerca de Talavera. Se trataba de una preciosa y sonriente niña que colmaba de alegría al padre y de cierta tristeza a la madre.
Así fue de importante el palacio de los marqueses de Velada para la pareja, además de sus primeras noches juntos, allí nacería María Teresa Josefa de Borbón y Vallabriga, futura condesa de Chinchón.
Condesa de Chinchón por Francisco de Goya También nació en Velada su hermana María Luisa de Borbón y Vallabriga, posteriormente duquesa de San Fernando, concretamente el seis de junio de 1783
María Luisa de Borbón y Vallabriga
Así lo explica Santiago Martínez Hernández en
EL PALACIO DE LOS MARQUESES DE VELADA:
RESIDENCIA y CORTE EVENTUAL DEL INFANTE DON
LUIS ANTONIO DE BORBÓN y DE DOÑA MARÍA TERESA
DE VALLABRIGA (1776-1792) y LUGAR DE PASO DE
CARLOS IV Y SU FAMILIA (1803)Dice Santiago Martínez:
Tras la boda, celebrada en el palacio de los Duques de Femandina de
Olias del Rey el 27 de junio de 1776, con la presencia del arzobispo de Toledo, el matrimonio se dirigió hacia Velada en donde es probable que fueran recibidos sino por los propios Marqueses -ya que debían guardar el debido respeto a la decisión real- por gentes de su confianza que les acomodarían en la residencia. Aquí estarían los recién casados varios meses. Pocas visitas ilustres se prodigaron por allí por temor a desagradar al monarca. Durante esta primera estancia en Velada el Infante compró una finca para sus caballos y se dedicó a la caza en las tierras de sus amigos los Marqueses de Velada y Astorga. El Marqués hombre culto y erudito dejó también a disposición de su real huésped su biblioteca que se repartía entre el convento de San Antonio y el palacio y en la que reunía tres millares de volúmenes aparte de cuadros, tapices, armas y objetos curiosos.
Puesto que alternaron las estancia con Cadalso de los Vidrios y Arenas de San Pedro -mientras el Infante se edificaba una enorme residencia allí con traza del seguidor del arquitecto Ventura Rodríguez, Domingo Thomas y su hermano Ignacio-, los hijos de don Luis y doña María Teresa nacieron en varios lugares. El primogénito Luis María 20 vino al mundo el 22 de marzo de 1777 en Cadalso, mientras el segundogénito Antonio María lo hacía en marzo de 1779 en Arenas de San Pedro, aunque fallecía en diciembre. El tercero de los vástagos del Infante María Teresa nacía en Velada el domingo 26 de noviembre de 1780. Y la última, María Luisa nacía, en Velada también en 1781.
Por la correspondencia conocida del Infante sabemos que residieron durante
largas temporadas en Velada alternando sus estancias con Arenas y Cadalso hasta que comenzó a ser habitable el palacio nueve de Arenas. No obstante debido al buen clima de Velada el Infante y su esposa siguieron acudiendo a la villa hasta la década de 1790. Tras la muerte de don Luis en 1785, su esposa doña María Teresa continuó residiendo con sus hijos en Arenas de San Pedro. Sin embargo un año después la viuda había enfermado gravemente por lo que se solicitó a Carlos III el permiso para ir a restablecerse a Velada. El Rey desoyendo los ruegos de su cuñada no dio su consentimiento en un primer momento. El 25 de octubre el permiso
real llegó y hasta allí se desplazó no sin antes tratar infructuosamente de buscar apoyo a su retiro forzoso enviando regalos al Conde de Campomanes, obsequios que éste no aceptó. La suerte de la desdichada viuda no cambió a pesar de que su débil salud mejoró ya que al destierro en Velada debía sumar la ausencia de sus hijos.Santiago Martínez Hernández
Profesor Titular de la Universidad Complutense de Madrid
santiagomartinez@ucm.es
Novela sobre las aventuras del IX conde de Peralada. Fandango de Luigi Boccherini